martes, 29 de mayo de 2012

Tu Transformación en el aula y tus sentimientos...

"Tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente"


Esto es una declaración de intenciones y una mezcla de recuerdos que abogan a ello. Soy maestra a secas, pues a veces lo adornamos con otros cargos u otro currículum anexo, como si fuese poco ser maestra. E incluso, cada vez más, me considero acompañante, que no maestra. Pues aunque siempre, siempre me encantó esta palabra, cada día la relaciono más con nuestro sistema educativo y la voy expulsando fuera de mí. Pero esta es otra cuestión que quizás en otro artículo me atreva a escribir.
Quiero hablar de sentimientos y de cómo cuando conocí los temas transversales intenté seguir las instrucciones de manual de usuario de la LOGSE y llevarlos transversalmente a mi aula, como pude, y a veces incluso con calzador, pues a veces no se sabe cómo tratar los sentimientos.
Llevé a cabo una unidad, o Proyecto (según se mire) que titulé “¿Yo me quiero, y tú?” y he de reconocer que no fue mal, que mi autoevaluación no obtuvo malos resultados o al menos no se alejó de lo esperado. Sin embargo, y aunque ahora contaré algunos detalles y ejemplos del mismo, creo que si los resultados fueron buenos fue por un cambio de actitud, más que por una buena programación de la unidad, ya que esto hoy en día para mí ya no tiene ningún sentido. Sólo cuando nos atrevemos a mirar es cuando vemos; y algo así me ha sucedido estos años.
Estamos en el tiempo correcto para abrir el debate que propicie la enseñanza emocional en las instituciones educativas, que agrupe y reúna los distintos conocimientos que hoy por hoy se encuentran dispersos y desorganizados entre sí, como el complemento ideal de toda sociedad, hacia la formación de seres además de racionales y creyentes, emocionalmente inteligentes.

EL ANTES
Cuando salimos de la carrera siempre creemos que las cosas son más ideales de lo que parecen, luego nos topamos con la realidad y dejamos que ésta nos envuelva. Un error, pues yo, al contrario de lo que piensa la gente, sí creo que nuestra idealización de la realidad es la que hace que mejoremos y avancemos. Cuando comenzamos a trabajar todo el mundo nos da consejos... Tienes que ser dura al principio,  tienes que ser más estricta, tienes que separarte más de las madres (hay que ponerles un límite), tienes que castigarles, no les dejes pasar ni una, tienes que enseñarles a sentarse... TIENES, TIENES, TIENES...
Durante los primeros años lo llevas a cabo, pues todo el mundo tiene más experiencia, más recorrido, más razón que tú. Pero, cuando te das cuenta, no estás haciendo nada de lo que tú sentías que era el camino. No encuentras relación entre lo que estás haciendo y lo que viejos sabios experimentados ya hace a veces incluso siglos habían estudiado y comprobado (Piaget, Montessori, Freinet...). Y que incluso fue tu punto de partida.
Lo que te obligan a estudiar en la carrera y en las oposiciones, nadie, absolutamente nadie lo lleva a cabo.
Es un desastre, así que buscas otro camino. Te intentas formar de otra manera. E intentas experimentar (quizás de una manera dolorosa, pero  no encuentras otra forma de hacerlo) algo que llevas dentro desde hace mucho tiempo pero que ya has olvidado... El sentido común.
Te das cuenta, cuando estás trabajando la unidad y los sentimientos, de que hasta ahora has hecho lo contrario. Cuando gritas (por impotencia), cuando castigas (porque no puedes más) no estás descargando la rabia con quien debes, sino con los niños y niñas que tienes a tu cargo. No es culpa suya que las aulas no tengan los metros suficientes para su necesidad indispensable de experimentación y juego (el movimiento y el espacio son fundamentales para un desarrollo íntegro de la persona) algo que hasta en nuestro corto decreto de Infantil y primaria viene reflejado. No es culpa suya que tú sola no puedas atender a  25 niños/as (a veces incluso más),  a todas las necesidades auténticas que se presentan en un entorno falto de recursos o de recursos inapropiados para satisfacerlas, un entorno NO RELAJADO,  no es culpa suya que los patios sean de cemento y no atiendan al respeto por el momento evolutivo de los/as niños/as (necesidad de naturaleza, de reptación, de escalada, de saltos, de sombra, de arenero...). NO ES CULPA SUYA, ni tampoco tuya. Lo que sí es mi responsabilidad es el cambio de actitud gradual en el día a día. Pues para mí el concepto de culpa hace tiempo que decidí cambiarlo por responsabilidad.



Escuché a Rebeca y Mauricio Wild ya hace algunos años por primera vez, y vi a dos personas mayores de las que me habían hablado, solemnes y sencillas a la vez, un tono de voz seguro y equilibrado, y lo mejor de todo, es que algo dentro de mí hizo un clic, y no pudo volver atrás. Me quedé maravillada y aterrorizada a la vez. Todo lo que decían  y cómo lo decían era lo que yo había estado buscando tantos años. Recuerdo que cada una de las personas que estuvimos en aquel encuentro nos sentimos enfermos al día siguiente y no fue por casualidad.
Yo, maestra y dentro de este sistema... Hasta las trancas... Vi claro, cómo no sólo hacía falta un cambio de actitud, sino un cambio de vida. De sistema educativo, económico, social, en valores, en alimentación... Algo que me desbordaba y aún hoy lo hace, pues aún  me siento en el camino. Hoy por hoy intento respetar mi proceso de vida, viendo todavía mis incongruencias, mis meteduras de pata y mis interiorizaciones y cambios como parte de mi evolución. Sólo así, podré respetar los ritmos y procesos de los/as niños/as, de mi familia, de mis relaciones...
Os recomiendo que leáis “Educar para Ser”, a mí me llegó, y mi perspectiva sobre la vida cambió. Yo creo que las cosas aparecen porque en el fondo llevas tiempo buscándolas, y porque es el momento en el que tú puedes comprender.
Ahí me di cuenta de cómo cambiando nuestra manera de mirar podemos transformar la realidad.

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